martes, febrero 26, 2013

STELLA MARIS SANDOVAL



      El espejo en el estanque

El hombre lame las patas de la oscuridad,
hay un sollozo de costumbres y otro perfume fugitivo en el iris.
En el recuerdo, la sombra guarda una apariencia exquisita,
tiene el óxido de la armadura y la suerte de fingir un color.
Estoy donde quieres que viva, en la ciudad de la gracia eterna,
entre los puntos cardinales y los meridianos que agitan mi barriga.
Caravanas de cultos y capillas lumínicas abren sus monederos,
deporte añejo, herencia del dios ateo como la misma muerte.
Estoy por estar. Zigzagueo la mirada hacia los muelles,
los barcos se conforman con aproximar los latidos y trasladar las barrancas;
del otro lado, lo virginal deja de ser el sueño, cuando la tierra queda bajo las aguas y
los veranos buscan otras lechuzas.
Los espejos empañan al monumento, las alas tienen el pretexto roto.
El lugar que habito posee la firmeza de mis piernas y una enfermedad hueca en sus pulmones.
Los árboles poseen la sabiduría de las venas,
se mojan las vestiduras para pintar el torso de quienes enraizados beben de algún cáliz.
Una rama aquieta el dolor de un cristo, los pasos deambulan por este suelo, lo aman,
no creo que él esté contento.
Se asoma lento, el progreso mira hacia la costanera,
el paisaje quiere el cambio, pero los hombres se cierran.
La batalla resumió los ciclos de la austeridad, bañó con sangre de muchos al campo y
debilitó la victoria.
Mi ciudad resiste los tornados, su andar es pequeño,
el monstruo se trago el cine y un teatro quiere llenarse de bestias.
Las voces de los indios muestran la cultura mientras el arte se busca lejos,
acá nació la verdad de esta letanía.
Fueron barro y tierra, zanjones y campos, me crecieron los arbustos, los sauces,
y los palos borrachos, pocos ceibos y algún pino que hamaca el silencio de los héroes.
Los edificios arrasan con el verde y todos los olvidos mutilan la extrañeza.
El Convento, los franciscanos, los curas, las monjas, otras escuelas y muchos personajes,  San Martín y sus granaderos, y el 3 de febrero, hicieron  honor a la patria libertada.
En el estanque está guardada la esperanza, vanagloria de los rostros sucesivos de otra nada,
porque en mi pueblo la nada se hizo virtud y el vacío la promesa obsecuente.
El violeta vibra para que la luz haga perenne a alas de cemento.
Estoy sola y miro.
Pinta los vidrios, sueña, el niño también mira.


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