martes, marzo 12, 2013

Jorge Cofré


– En Rutas que alojan mis pasos.

Itata.
Me perdí en un momento,
dejé que se escaparan
a través de la ruta
los desiertos del alma,
las lágrimas que deje atrás,
las palabras guardadas
sin ser enunciadas.

Las ondulaciones del camino.
Los verdes recodos del campo
entre las nieblas del tiempo,
me abstrajeron de mis tormentas.
Arauco era la tierra
cubierta en verde, soñada
sobre las lluvias del tiempo
y que ahora rodeaba mis pasos
que se insertaban
entre los habitantes entroncados
hace ya largos años en este terruño
de históricas relaciones y
desencuentros totales.

Pero estos no eran los
campos  levantados en libertad
con la  fuerza de Caupolican y Galvarino.
Estos olían a destierro,
a movimientos errantes,
a verdes arboledas
bajo el signo de la barraca,
de la condena inminente y vaticinada.
Bruscamente el asfalto
me hace como nunca sentido
en un tiempo de materialidad
milimétrica y días numerados.
Y es que aquí se agitan tormentas
duras, arrastradas entre
modernidades inconclusas
e identidades quebradas.
Desearía reconciliar la totalidad
de esta tierra y este presente
que ante mis ojos reclaman
su verdad más evidente.
Y en mi pluma espero descanse
la necesidad de nuevas miradas,
pues ahora solo soy un pequeño
forastero sumergido en el mar
de esta tierra relatada
en hidalga pluma punzante,
entre hierros sangrentada
despojada y resistida.

Me alejo con promesa
de alzar mi voz cuando
sea necesario y aun mis manos
ciudadanas de orillas nuevas,
levantar por dar señal de este
atropello que sacude la naturaleza
de mi pueblo, de mi raza, de mi tierra.


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