LOS PERROS DE MI
PUERTO
En mi puerto, Val paraíso, los perros vagabundos
saben como
atravesar las calles.
Los semáforos guiñen sus ojos verdes a peatones de cuatro
patas
y las aceras coquetas
se visten de pasos de cebra.
En mi puerto los canes bajan los cerros en amistosa
algarabía,
las razas se cruzan a pleno sol, con inocente descaro.
Amistosos pordioseros, sin palabras
mendigan el pan de cada día.
Sus ojos humildes reflejan el hostil mundo que les rodea,
mundo de concreto y rascacielos, de vitrinas
incomprensibles,
de vehículos y gentío, de gritos y violencia.
Con las colas entre las patas, mansos como palomas,
esperan pacientes el milagro de un mendrugo.
Pobres perros vagabundos de mi puerto indiferente,
llenos de pulgas, sarna, heridas que penetran su piel,
pidiendo un gramo de dignidad a una sociedad de acero.
la era cibernética, el tercer milenio, siglo veintiuno,
globalización, bicentenario.
Para ellos la vida es lo mismo, encontrar el alimento,
dormir cerca de algún tacho de basura,
esperar que la muerte piadosa les lleve por otro camino.
Pobres perros de mi puerto bohemio, victimas sin
justificación,
sólo buscan
una mano amiga que les proteja.
Bajan los cerros para llegar al mar de la incomprensión y
abandono,
las olas de la indiferencia porteña les azota sin descanso
hasta exterminarlos de la vida.
Los perros, en mi puerto, Val paraíso,
saben como atravesar las calles de la desolación.
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